Y ahora estaba allí, tendido en el suelo. Yacía inmóvil, solemne. La luz abrazaba sus carnes aún suaves. La tierra comenzaba a envolverlo. Caricias y roces que exigían lo una vez prestado.
Muerto, inerte, tenía más vida que cuando transitaba los suelos. Ahora era un viajero del universo. Un extraño. Ahora comprendía el giro de la eternidad.
miércoles, 26 de febrero de 2014
miércoles, 19 de febrero de 2014
Al hombre sentado tras la
ventana
Inoportuno, detrás del roble
tallado; el cristal entre la fábula y lo real.
Sentado, café en mano, el hombre que envejece mas no perece. En él la
tradición se funde en lo cotidiano, la danza otrora que arriba al inicio, extasiada. A veces observa la lluvia y la gente deambula
apurada. Otras, el sol le atraviesa, la gente igual de apurada.
Sentada en otra esquina, la
mujer que tampoco perece, observa detrás de la humeante taza, al viejo de la
cafetería que, mirando por el vidrio, contempla el mundo, y repite la eterna
historia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)